El sonido de las grullas
Bandada de grullas en la dehesa de Badija, al fondo la Sierra de Tiros. Castuera, La Serena. Extremadura. España - Febrero 2012
Hay varias formas de saber cuando llega la primavera. El calendario es la más obvia y tal vez la menos precisa a fuerza de ser rigurosamente convencional. Cuando lo que se busca es el estado de ánimo, el resurgir, asociado a aquella, entonces hay que mirar otras señales. La grulla es un pájaro mítico que para las sensiblidades orientales, más atentos a las cosas del espíritu, siempre ha representado el honor y la fidelidad. Elegante como ningún ave, es la encarnación con clase de la longevidad, la paz y la esperanza.
Antes muerta que sencilla, su presencia nunca pasa desapercibida por su respetable porte y el estruendo de su trompeteo. Heraldo del otoño por estas tierras a finales de octubre, cuando llegan estas fechas empiezan a comportarse de forma extraña. Como si empezaran a tener un barrunto de algo por llegar, comienzan a juntarse en grandes bandadas. Se empiezan a ver los primeros conatos de danza nupcial y aunque el tiempo se empeñe con el frio y las heladas de las mañanas en recordarnos que aún es invierno, por aquí sabemos que eso no es cierto, que aunque vuelva a nevar y haga frio aún, cuando la grulla se revuelve es el principio del fin del invierno y que se evecina un nuevo resurgir de la vida, que se confirmará la mañana que vea el primer cernícalo primilla volando alrededor de la torre de la iglesia dentro de algunas semanas. Mientras tanto, las grullas han comenzado a ponerse en marcha hasta su próxima cita en otoño. Con los dinerales que se gasta la NASA y lo sencillo que es.