Termina septiembre, el otoño ha entrado lluvioso y triste. Quizás lo único capaz de vencer el desánimo sea la indignación y la rabia. Mientras sus señorías, permanecían la otra noche agazapados en el Congreso a sus cosas, como por ejemplo rechazar por una mayoría aplastante la insensatez de la racionalización de los sueldos de los alcaldes o la supresión del cobro del tupper en los comedores de los colegios o ver si derogaban el Decreto de Nueva Planta de 1714. Fuera, varios miles de ciudadanos peligrosos mostraban sus armas con los brazos levantados mostrando sus palmas vacías. Al gobierno y a la policía les debieron parecer unos golpistas muy peligrosos, con unas armas letales, por como se emplearon. Además vaya sinsentido ocupar el Congreso cuando ya está lleno de okupas profesionales como para dejarlo en manos de aficionados. Definitivamente el pacto entre una parte muy importante del pueblo y los que deberían ser los representantes de sus intereses se ha roto. En realidad se rompió hace exactamente un año cuando los dos partidos mayoritarios si dieron un Golpe de Estado de verdad con la reforma sin referéndum del
artículo 135 que deja en papel mojado la Constitución de 1978. La percepción de que este sistema basado en unos partidos que están en defender sus intereses y los de algunos otros por encima de las las necesidades de los ciudadanos, ha calado como la lluvia de otoño sobre los campos resecos y quemados de esta España. En la noche de Madrid se escuchaba: “esto es una mafia, no es democracia” Las hojas secas comenzarán a caer lenta pero inexorablemente, volverá a brotar la yerba y regresarán las grullas. Es la ley inmemorial de los ciclos, que es la única que se cumple en éste pais. En Cataluña tranquilidad, parece ser que han encontrado la solución a la crisis por su cuenta... Ellos solitos. Es la ventaja de tener a la Moreneta de su lado.
-¿Por qué la gente parece tan desgraciada?
preguntaba la reina Maria Antonieta mientras paseaba en su carroza.
- Majestad, no tienen pan para llevarse a la boca, le respondió su
cochero.
- Pues si no tienen pan, que coman cruasanes, respondió la reina
sin ser consciente, la pobre, de que estaba empezando a perder la cabeza.
Soplan vientos del pueblo en éste otoño. "Nunca medraron los bueyes en los páramos de España", decía el poeta. ¡La Mare de Déu!