La historia de Tomás

Lo complejo se encierra casi siempre en un envoltorio simple. Puede parecer una tonteria, pero hay seres que vienen a este mundo con una rara habilidad para apreciar el sentido de la vida: lo intangible, en terminos fiscales: el valor añadido. Tomás ha participado en todas la carreras de la vida, no ha ganado casi nínguna. Todo lo tuvo y nada retuvo. Tuvo mucho dinero y lo perdió con la misma rapidez que los amigos del alma. Se perdió la noche de bodas con la colombiana con la que se casó, por poderes, y a la que no llegó a conocer ni en fotografía. Es de los pocos afortunados que se la dió a un banco que le dió una tarjeta de credito por cojones y dejó un pufo como dios manda, un mes de buena vida. Regentó la cantina de la estación de ferrocarril de Guareña y llegó a ser aclamado alcalde por unanimidad y con carné, del territorio autónomo. No tiene nada, ni maldita falta que le hace. Por no tener, ha conducido siempre sin carné hasta que se cambió a la bicicleta. Esencialmente Tomás es de los pocos seres que he conocido que, sin prentender hacer el bien, es una buena persona, nada más.