La moto que me salvó de una señora con mantilla y peineta.

No se si os pasa como a mí: suele ser habitual, no se porqué, que a los que hacemos fotografias no nos guste que nos fotografien. Por lo mismo, siempre me ha dado mucho pudor hacer robados. Pero cuando uno se encuentra una foto como la anterior, tan compuesta con esa diagonal, con los personajes en traje de ceremoniar y con esa cara de aburrimiento, ¿como resistirse?. Pues, a jugársela.
En la foto anterior, dejabamos a la señora de la peineta con cara de pocos amigos al percatarse de un intruso con cámara, o sea yo, que no le quitaba ojo por la pantalla. Me doy cuenta que se ha dado cuenta y ¡oh!, reflejos, muchos reflejos los de esta moto que tenía delante y me puse a fotografiar minuciosamente, concienzudamente, con devoción, como si me fuera la vida en ello, hasta que por el rabillo del ojo vi que la señora se tranquilizaba. Una vez logrado que la señora se creyera que mi objetivo era la moto, se relajó y le saqué unas cuantas fotos más sin problemas. A veces es tan solo cuestión de reflejos.
Deseo de corazón que al final todo les saliera perfecto. Felicidades y que sea para bien.